… Fotosíntesis – Respiración
Pensar que todo lo que nos rodea es una creación al azar luce un poco difícil, aun cuando se debata “Si Dios juega a los Dados”, frase expresada por Albert Einstein . Existen infinidad de situaciones que para el ciudadano común no tienen una explicación “entendible”, para lo cual asume que ese comportamiento es debido a la perfección de la naturaleza.
Una de esas perfecciones es la asociación estratégica desarrollada por los seres vivos en la tierra. Estrategia donde el ganar-ganar está garantizado. Esa asociación se desarrolla entre las plantas y los animales. Ambos se necesitan, se complementan para poder nacer, desarrollarse y morir.
Las Plantas realizan el proceso de Fotosíntesis con la presencia del sol, cuya expresión química se puede observar en la gráfica. El CO2 tomado del aire, reacciona con el agua para producir glucosa mas oxigeno, que es liberado a la atmósfera. La glucosa junto con otros elementos minerales y químicos proporciona la materia o conjunto orgánico de las plantas (raíz, tallo, hojas, flores y frutos).
Los animales realizan el proceso de Respiración, mediante el cual intercambian oxigeno y CO2 con el ambiente. Toman el oxigeno de la atmósfera y junto con la glucosa (obtenida de procesar los alimentos para proporcionar la energía necesaria para las diferentes actividades), producen agua y CO2 que son liberados a la atmósfera; luego el CO2 es tomado por las plantas para seguir el ciclo Fotosíntesis – Respiración.
En un equilibrio perfecto podemos inferir que: mas animales mas plantas, garantizando así la no existencia en la atmósfera de un excedente de CO2 (gas de efecto invernadero).
¿Pero que ha pasado?
La respuesta es muy simple: La acción del hombre ante la naturaleza ha alterado el equilibrio, produciendo mucho mas CO2 del que puede ser absorbido, lo que ha ocasionado un aumento de éste en la atmósfera, con el consecuente cambio climático por el efecto invernadero.
Esta alteración antropogénica tiene dos pilares fundamentales:
El uso excesivo de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). El hombre está sacando de una “alcancía”, una energía que la tierra había almacenado por años, pero es tal la velocidad de salida, que tiene colapsado (“embotellado”) el sistema natural de absorción de CO2.
La disminución de bosques. Como consecuencia del incremento de la población y la “modernización” de ésta, el hombre se ha visto en la necesidad de eliminar áreas boscosas para edificar ciudades y disponer de terrenos para la agricultura y ganadería. En otras palabras, ha ido disminuyendo el aliado natural, el árbol.
Como parámetro de referencia podemos indicar que, un bosque maduro absorbe cada año 6.6 toneladas de CO2 por hectárea. En otras palabras, una persona que emita 1000 kilogramos de CO2 al año, necesita alrededor de 1500 metros cuadrados de bosques para absorberlos.
Es de señalar que actualmente queda solo el 20 % de los bosques originarios o vírgenes (bosques donde la mano del hombre aun no ha intervenido).
No hacer nada ante esta situación, es labrarnos nuestra propia destrucción. Debemos participar en las acciones que conlleven a mitigar el “efecto invernadero”.
Sembremos un árbol cada año y minimicemos el uso de combustibles fósiles. Sus generaciones futuras se lo agradecerán.
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